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Un padre separado de su familia por la política de inmigración de la administración de Trump por fin pudo regresar a Estados Unidos en febrero, después de casi cuatro años.

Cuando José Luis Ruiz Arévalos salió de Estados Unidos en mayo del 2019, pensó que estaría fuera del país seis días. En realidad, fue forzado a quedarse fuera del país casi cuatro años. Su ausencia creó dificultades emocionales y económicas para su familia y descarriló los planes universitarios de algunos de sus hijos.

Su regreso, lleno de alegría y lágrimas, les quita de encima una carga pesada a sus hijos y les permite continuar sus carreras universitarias.

“Al fin nuestra lucha de casi cuatro años llegó a su fin”, dijo su esposa, Armanda Ruiz. “Tengo el apoyo moral y económico que no tenía. Y mi hija puede estudiar, la que se salió de la escuela”.

El camión de pasajeros en el que viajaba Ruiz Arévalos llegó al estacionamiento de una tienda de abarrotes en la ciudad de Los Baños, en el Valle Central de California, un viernes por la tarde. Lo esperan su esposa y sus cuatro hijos, con globos rojos, azules y blancos, y una señal hecha a mano con las palabras “Bienvenido a casa José” y “1,366” — el número de días que estuvo ausente Ruiz Arévalos. 

Cuando bajó del camión, sus cuatro hijos se lanzaron hacia él, y se quedaron abrazándolo tanto tiempo como podían.

“Una vez que lo vi en el camión, me dije, ‘Guau, esto es real’”, dijo Elena Gutiérrez Ramírez, de 22 años. “Todo lo que esperaba que pasara, pasó”.

Courtesy of Armanda Ruiz

José Luis Ruiz Arévalos abraza a sus hijos después de llegar a Los Baños.

Ruiz Arévalos no pudo estar presente en cuatro graduaciones de sus hijos por estar fuera del país. La menor, Priscila Ruiz Ramírez, de 13 años, se graduó de la primaria. Nathan Gutiérrez Ramírez, de 20 años, e Ignacio Gutierrez Ramírez, de 19, se graduaron de la preparatoria. Elena se graduó del colegio comunitario.

Cuando Priscila, que ahora está en séptimo grado, escuchó que su papá iba a regresar, lo primero que le dijo fue, “Papi, quiero que vayas a mi graduación”.

Cuando Ruiz Arévalos conoció a su esposa, Armanda Ruiz, los tres hijos mayores de ella tenían 8, 6 y 5 años. Desde entonces, ha ayudado a criarlos. Después tuvieron a otra hija, Priscila.

Ruiz es ciudadana estadounidense y solicitó la residencia permanente para su esposo. Ruiz Arévalos había estado viviendo en Estados Unidos como inmigrante indocumentado desde que tenía 17 años. Fue a México en mayo de 2019 para el último paso en su solicitud – una entrevista en el Consulado de Estados Unidos.

Antes de irse, ya había superado un obstáculo. Quienes han cruzado la frontera sin papeles y vivido aquí por más de un año no pueden conseguir fácilmente la residencia permanente, aunque estén casados con un ciudadano estadounidense. Por lo general tienen que quedarse fuera del país 10 años; sólo en aquellos casos en los que se logra comprobar que su ausencia creará un “sufrimiento extremo” para un familiar que sea ciudadano estadounidense, se puede recibir un permiso especial.

La agencia de Servicios de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos le concedió ese permiso a Ruiz Arévalos. Él y su esposa argumentaron que sería un sufrimiento extremo que ella tuviera que cuidar sola a sus cuatro hijos, especialmente a Priscila, quien nació prematuramente, tiene retrasos de desarrollo y requiere de atención médica continua, incluyendo terapia de habla, ocupacional y física. Además, Nathan sufría de depresión severa.

Pero antes de la cita de Ruiz Arévalos en el consulado, la administración de Trump había cambiado las reglas de la “carga pública”. Bajo las órdenes de Trump, los funcionarios de los consulados comenzaron a preguntarles a los solicitantes de visas para inmigrantes si ellos o sus familiares habían usado alguna vez beneficios públicos, incluyendo estampillas de comida y el seguro médico público Medicaid. Aunque Ruiz Arévalos nunca había recibido beneficios, su hija menor Priscila ha recibido Ingresos Suplementarios de Seguridad — que se provee a las personas discapacitadas y de bajos ingresos — desde que nació. Todos los hijos han usado estampillas de comida y Medi-Cal. 

Antes de que el presidente Trump cambiara la política de  “carga pública”, los beneficios recibidos por hijos estadounidenses no hubieran contado contra Ruiz Arévalos, y tener un patrocinador  — un amigo que estaba de acuerdo en apoyarlo económicamente si fuera necesario  — hubiera sido suficiente prueba de que él no se volvería una carga para el gobierno. Pero bajo la nueva política, los funcionarios del consulado le dijeron a Ruiz Arévalos que pensaban que podía volverse “carga pública”, dependiente del gobierno, y que necesitaría un nuevo patrocinador, preferiblemente un pariente. En vez de esperar que entregara el nuevo papeleo, cancelaron su solicitud.

Entre el 1 de octubre de 2018 y el 30 de septiembre de 2019, se negaron visas de inmigrantes a casi 21,000 personas, basado en la nueva política de carga pública. Bajo la política anterior, sólo unas 3,000 personas al año habían sido rechazadas.

En marzo del 2021, con el presidente Joe Biden, el Departamento de Estado restauró la política de carga pública que estaba antes del 2018 — los beneficios como Medicaid y estampillas de comida no se pueden contar contra un solicitante de residencia permanente, ni tampoco los beneficios que usen los hijos u otros parientes.

En el verano de 2021, Ruiz Arévalos entregó su solicitud de nuevo. El proceso, que antes tomaba unos meses, ahora toma más de un año, debido a retrasos que se agravaron durante la pandemia de Covid-19. 

Mientras tanto, Armanda Ruiz solicitó ayuda a tantos funcionarios electos como podía. Incluso se reunió con el personal de la Senadora Diane Feinstein en Washington, D.C. 

En noviembre del 2022, Ruiz Arévalos por fin recibió otro permiso y entonces una segunda cita en el Consulado de Estados Unidos en enero.

Cuando entró al consulado de Estados Unidos en Ciudad Juárez para su segunda entrevista, Ruiz Arévalos no estaba seguro qué esperar.

“Yo estaba asustado que me podían salir con algo que no esperaba y que se retrasara otra vez”, dijo Ruiz Arévalos. “Me dice mi esposa, ‘Ya está listo’. Pero le dije, ‘Hasta que no esté en la frontera, te voy a decir, ya estuvo, porque no sé lo que va a pasar”.

Unas semanas después llegó su pasaporte con la prueba de que tenía residencia permanente.

Lo primero que hizo fue comprar un boleto de camión a Los Baños.

Su regreso les trae mucho alivio a sus hijos, especialmente a Elena, quien se salió de la universidad después de su primer año, para poder trabajar para sostener a sus hermanos. Se unió a la Reserva del Ejército de Estados Unidos y trabajó medio tiempo como cajera y en una empacadora de tomates, mientras seguía tomando clases medio tiempo en un colegio comunitario.

Si Ruiz Arévalos hubiera podido regresar en el 2019, Elena probablemente se habría graduado de UC Merced el año pasado. En vez de eso, se graduó del colegio comunitario Merced College. Ha estado posponiendo seguir sus estudios en una universidad de cuatro años. Ahora que regresó su papá, por fin está considerando estudiar una licenciatura en comunicaciones o español.

“Ahora no tengo que estresarme este año y nada más meterme a un trabajo en la policía o en la construcción”, dijo Elena. “Ahora puedo tomar mi tiempo y pensar en qué me gusta. Porque honestamente, ya estaba paniqueada. Pero ahora, puedo tomar mi tiempo y no apresurarme”.

Nathan está terminando el colegio comunitario también y está solicitando entrar a UC Merced en el otoño para estudiar psicología o sociología.

“No tengo meta específica”, dijo Nathan, “pero sí quiero ayudar a los demás”.

Ignacio fue muy buen estudiante en la preparatoria, y algunas universidades prestigiosas como Harvard y Yale mostraron interés en él. Pero decidió quedarse cerca de casa y asistir a UC Merced, en parte porque no estaba Ruiz Arévalos. Ganó numerosas becas, entre ellas la de la Fundación del Caucus Latino Legislativo de California. Piensa estudiar psicología y espera volverse terapeuta para adolescentes.

Courtesy of Armanda Ruiz

Ignacio Gutiérrez Ramírez con José Luis Ruiz Arévalos.

Dice que lo que les ayudó a sobrellevar esta separación fue mantenerse unidos, a pesar de las dificultades.

“Demuestra la importancia de la persistencia”, dijo Ignacio. “Siempre tienes que seguir esforzándote, aunque fracases. Y es igual para muchas cosas, incluso quizá persistir y buscar cambiar las leyes de inmigración para mejorar las condiciones de los demás. Porque no sólo somos nosotros que estamos pasando por esto. Son muchas personas más”.

Erin Quinn, abogada del Centro de Recursos Legales de los Inmigrantes, una organización no lucrativa basada en San Francisco, dijo que el caso de Ruiz Arévalos resalta el impacto de los cambios de Trump a la política de carga pública.

“Esto demuestra las realidades duras para las familias separadas, y el impacto real y tangible que tiene, desde la educación hasta seguir con la vida, y la estabilidad económica”, dijo Quinn.

Quinn dijo que la mayoría de las familias inmigrantes no están conscientes de que la administración de Biden revirtió los cambios a la política de carga pública que hizo la administración Trump. De hecho, una encuesta demuestra que sólo una cuarta parte de las familias inmigrantes estaban conscientes, dijo.

“Lo que hemos visto es el impacto a largo plazo de las políticas negativas y la retórica bajo la administración de Trump”, dijo Quinn. “Combatir el efecto enfriador que tuvo en nuestras comunidades aquí tomará décadas”.

Dijo que muchos inmigrantes indocumentados se sienten menos seguros ahora dejando Estados Unidos para finalizar sus solicitudes de residencia permanente. Además, las familias están solicitando menos servicios para los que son elegibles sus hijos ciudadanos estadounidenses, como la vivienda subsidiada, las estampillas de comida, y el seguro médico.

La primera mañana después de regresar, Ruiz Arévalos se despertó en su casa en Los Baños por primera vez en años.

“Sentí como que nunca había salido de allí, y como que haya sido una pesadilla”, dijo Ruiz Arévalos. “Y no es que no haya estado bien en México. El problema era que no estaba con mi familia”. 

Courtesy of Armanda Ruiz

Nathan, Priscila y Elena con su papá, José Luis Ruiz Arévalos.

Ese primer fin de semana, manejaron a San José para visitar a un primo, Oscar Rodríguez, que fue uno de los patrocinadores de Ruiz Arévalos para su caso de inmigración. La tía de Ruiz Arévalos hizo pozole para celebrar.

“Estamos muy contentos de que esté aquí”, dijo Rodríguez. “Conociéndolo a él, padre de familia responsable que está a cargo de todos los niños y de su esposa, y trabajador, yo creí que basado en eso no iba a tener problemas. Pero desafortunadamente no. Y se sintió así como que una injusticia y tristeza”.

Ruiz Arévalos poco a poco se está incorporando de nuevo a la rutina familiar. Su primera mañana de regreso, hizo pancakes para la familia. Ha estado pasando mucho tiempo con sus hijos, armando rompecabezas, tomando una clase de CPR con Nathan, ayudándole a Elena a quitarle las extensiones de su cabello. En las mañanas, acompaña a Priscila para esperar el autobús escolar.

Son estas cosas pequeñas que Ruiz Arévalos más extrañó — el día a día de ser padre.

“Se levanta uno y ve uno que ya creció un poquito, que ya hizo algo nuevo, que aprendió algo nuevo”, dijo Ruiz Arévalos. “Todas esas cosas son detallitos, pero que se quedan en uno como padre.”

Cuando estaba en México, Ruiz Arévalos dijo que sintió que les había “cortado las alas” a sus hijos.

Jamás puede recuperar esos cuatro años. Pero ahora espera por fin poder ver a sus hijos volar.

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